¡Para que albergar en el alma un
deseo!
Son fugaces, escasos, lejanos,
efímeros…
Llegan, te embriagan. Es lo primero.
Luego, caes en sus encantos como
en brazos, Morfeo.
Entregas tu sangre, tu vida, tu
espacio, tu tiempo.
El cansancio es el elixir; ya no
existe el pensamiento.
Años locos juveniles, cabalgando
en los deseos
para luego, entre tristezas,
suspirar sobre silencios.
¡Para que albergar en el alma un
deseo!
Son fugaces, escasos, lejanos,
efímeros…
Creemos tanto en ellos que
diversa forma damos:
Melodía, mujer, hogar, poder,
eternidad…
Solo engaños, pues, las ilusiones
son simplemente ilusiones
aunque crecen y aún florecen, en
la vejez no dan su fruto.
Cuerpos inertes reclaman el
esfuerzo absoluto
lo que sembraron al existir las
pasiones.
¡Para que albergar en el alma un
deseo!
Son fugaces, escasos, lejanos,
efímeros…
Ya sabemos que el doblez de
nuestros huesos sentencio.
Que una lágrima nos abraza en el
silencio.
Llega entonces, la penumbra a
nuestros ojos.
Parca muerte nos vigila entre
abrojos.
¡Cosechamos fríamente los deseos
entre polvos y vientos
pues, en realidad son fugases
pensamientos!
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