lunes, 13 de diciembre de 2021

LA CARRETERA MISTERIOSA (Cuento)

  Frank y Roberto se encontraron en aquella tarde en la zona de estacionamiento de los coches del edificio “Horizonte”, ubicado al costado occidental de la ciudad.  Tenían programado un viaje a la provincia de siloe para pasar allí otro fin de semana alocado como lo solían hacer desde hace cinco años.  Motores, música, chicas y sexo era su lema para librarse del estrés que les producía el trabajo en la fábrica de ensamble donde laboraban para sostenerse la carrera de Arquitectura que juntos habían iniciado aquel 3 de febrero, cuatro años atrás.

 

Frank era un tipo delgado, caucásico y metódico.  Su cabellera ondulada de color negro encajaba a la perfección con su barbilla estilo borinqueña.  Sus ojos negros y sus labios rojos eran cautivantes. Roberto era su opuesto.  De estatura mediana, nariz aguileña y un bigote diseñado sobre el labio superior no le permitían conquistar fácilmente a las jóvenes que se cruzaban en su camino.  Sin embargo, su fuerte era la palabra; conversador de tiempo completo, entretenía a quien se le uniera con sus historietas hasta hacerlo rendir a sus peticiones.  Además, a Frank le encantaba la música a Roberto le fascinaban los autos y las motocicletas.

 

Aquella tarde, el auto color gris plata comenzó a rugir por la avenida y se fue alejando para tomar la serpenteante carretera que los iba a conducir a la provincia de siloe.  La tarde en la gran ciudad estaba soleada pero a medida que se iban alejando el cielo se fue tornando oscuro por la cantidad de nubes que se apostaban encima del auto amenazando con un torrencial aguacero.  Sin embargo, la temperatura era distinta porque calentaba al punto de sentirse un gran sofoco.  En el auto iban aquellos dos jóvenes sin camisa, con las ventanillas del costado abiertas y entonando las letras de las canciones.  Mientras Frank conducía, Roberto fumaba y bebía pequeños tragos de licor.

 

Pasada media hora de viaje, como un rayo, pasó por el costado del auto una camioneta azul con vidrios oscuros que fue a parar, de repente  quince metros delante de ellos.  Frank le propuso a Roberto, seguir a la camioneta para retarle a una carrera.  Roberto, sin decir palabra, aprobó moviendo la cabeza y absorbiendo con deleite el cigarrillo que llevaba en su mano derecha.  La apuesta no se hizo esperar.  Quinientos dólares fue lo pactado.  Los carros empezaron a acelerar y las agujas de los tacómetros brincaban entre cien y ciento veinte kilómetros.  En medio de aquellas montañas era un acto suicida que desafiaba la zigzagueante carretera.

 

Siete kilómetros antes de llegar a su destino, de manera sorpresiva, empezaron a aparecer gran cantidad de animales apostados a lado y lado de la carretera poniendo en constante peligro a los pasajeros de estos dos automóviles.  El humo del cigarrillo, la cantidad de licor ingerido y el sofoco de la tarde hicieron que el aire dentro del auto de Frank se tornara bastante enrarecido.  En una de las curvas que se divisaba adelante paro, sorpresivamente, la camioneta azul de vidrios oscuros, haciendo que los neumáticos del auto gris plata frenaran con tal fuerza que se escuchó un atronador chillido debido a la velocidad con que venían.

 

De repente, se abrieron las puertas de la camioneta y comenzaron a salir seres demasiado raros; su semblante era de humanos con aspecto de animales que se comportaban extrañamente.  Caminaban y corrían con una potencia increíble y mataban cuanto ser estuviera en el camino.  Frank y Roberto salieron petrificados del auto para observar detalladamente lo que estaba sucediendo.  Pálidos y con los ojos a punto de salirse de su órbita volvieron a la realidad de un solo tajo y el jolgorio y el efecto del licor que habían ingerido desaparecieron inmediatamente.

 

Comenzaron a ver como aquellos seres le cercenaban el cuello a los animales terrestres y los espíritus que también estaban saliendo de la parte posterior de la camioneta los poseían.  Acto seguido, tomaban vida nuevamente pero convertidos en seres grotescos y peligrosos.  Al ver este espectáculo tan espantoso los dos, después de unos minutos, atinaron a mirarse sin decir una sola palabra y, por instinto  sus ojos reflejaron el terror que sentían, lanzándose a correr a toda velocidad, dejando atrás el auto.  Roberto cogió por el costado derecho saltando la cerca que separaba el pastizal de la carretera y, su amigo Frank, por el costado opuesto comenzó a treparse en una empinada colina que cuidaba el paisaje.  Cuál de los dos gritó más, sus gargantas querían reventar de espanto.  Esto alerto a los seres y a los animales que habían sido transformados, los cuales, inmediatamente, se pusieron en posición de persecución.  Aquellos dos jóvenes en medio de su veloz fuga alcanzaron a observar la persecución y aceleraron de tal modo que sus cuerpos sudaron a chorros y sus rostros se transformaron tanto que mostraban la calavera de la angustia y el terror.

 

Su esfuerzo no sirvió de nada, pues, fueron alcanzados y rodeados por aquellos seres que vociferaban y hacían brillar sus ojos de manera diferente.  Uno de ellos, con cabeza de toro pasó revista por los animales del entorno cercenándoles la cabeza hasta tal punto que a Roberto y a Frank también les fue cercenada sin darse cuenta.  Cuando recapacitaron ante al caos y el horror, se encontraron con la aterradora realidad de estar en otro mundo; el uno con cuerpo de jirafa y el otro con cuerpo de león…. 

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