lunes, 13 de diciembre de 2021

LA FLOR DE LA CATLEYA (Cuento)

 

En el país de las mil lagunas, se levantan cuatro reinos.  El primero,  al norte, el reino de las orquídeas; el segundo,  al sur, el reino de los pantanos; el tercero, al occidente, el reino de los velos y al oriente, el reino de las fragancias.  En cada territorio vive una hermosa doncella con su guía espiritual venido de mundos lejanos.  Para el norte, Nenqueteba,  dios extranjero, sabio legislador y maestro artesano, venerado como héroe civilizador y el más popular de todos;  para el sur, Guitaca, mujer seductora y advenediza que se transformaba en búho; para el occidente, Chaquen, dios vigilante y guerrero, encargado del orden y de la paz y, en el oriente, Cuchaviva, dios del arco iris.

 

En el sector de occidente, el dios Chaquen había confinado en una cueva a la diosa Chikachikikatoka bajo la custodia de cinco grandes guerreros que de día eran minotauros y de noche se transformaban en enormes escorpiones.  Ella, a pesar de su tristeza y soledad, era apasionada y le gustaban los desafíos.  Su belleza era conocida.  En el oriente los representantes de los colores del arco iris habían apostado para lograr desposarla y liberarla de ese encierro prolongado.  Ella desconocía esta apuesta.  Sin embargo, Chikachikikatoka pudo enviar dos de sus hadas, las cuales viajaron en forma de mariposa, a las tierras del norte con un mensaje para el dios Nenqueteba.  Cuando Chaquen se dio cuenta de esta argucia, obligó a la diosa a beber una pócima que la dejó totalmente yerta sobre la piedra de la fatalidad.

 

Mientras que esto ocurría, en el dominio del arco iris, Laza Ward, representante del color lapislázuli y Aimi, representante del color rojo y que significa "amor bello" habían llegado como vencedores de los miles que habían competido para liberar a la bella diva.  Ellos en el camino que cruza los terrenos orientales con los del norte se enteraron de la visita que las hadas estaban haciendo a Nenqueteba y decidieron emboscarlas en el camino de regreso.  En aquel rapto se dieron por enterados de que para poder rescatar a la doncella ellos tenían que entrar en el territorio de Guitaca y sorprenderla cuando estuviera en su baño matutino en el lago del sol y allí, antes de que se transformará nuevamente en búho, arrancarle tres cabellos, los cuales presentarían a Nenqueteba en su palacio, llamado "el Manantial" para recibir del dios sabio la espada para vencer a Chaquen y arrancar de su jardín la catleya para Chikachikikatoka y así obtener su amor para siempre. Se encaminaron hacia allí.

 

Los días se tornaron sombríos antes de entrar a los dominios de Guitaca, sin embargo, aquella mañana, y utilizando el poder de pertenecer al arco iris, lograron camuflarse en un rayo de sol.  El extraño búho llegó solo hasta las diez, horario poco habitual para sus costumbres.  Cuando sus garras tocaron el agua cristalina de la laguna comenzó su transformación en una hermosa mujer.  El agua se transformó en leche para su baño.  Lapislázuli espero el momento para lograr su cometido

Los caballeros del reino oriental salieron bien librados de esa empresa que habían planeado días antes.  Tres meses fue el tiempo que duro su recorrido para llegar donde  el sabio legislador y maestro artesano. Sin embargo, Lapislázuli durante la travesía había recogido a escondidas de Aimi, una serpiente venenosa, en el lago advenedizo donde se transformó el búho en mujer para atacar a Nenqueteba y así obtener luego su muerte y todos sus poderes. Ella venía en su alforja y se alimentaba del canto de las lechuzas que anidaban en los árboles, en las regiones pantanosas por donde transitaban.

 

En presencia del dios Nenqueteba se presentó algo inusual.  Ellos, narraron todo lo que había ocurrido con aquellas ninfas en el camino de vuelta y como ellas revelaron su secreto.  Nenqueteba inquieto profirió unas palabras mágicas y de inmediato las hadas perdieron el poder de transmutarse en mariposas.  Desde ese momento y hasta ahora nadie ha podido encontrar las palabras que el dios popular del norte profirió y por eso las mariposas no se pueden trasformar en hadas.  A ellos les propuso un desafío para poder entregar el encantamiento que requerían para traer del mundo onírico a la bella Chikachikikatoka.  Una pelea entre ellos y quien ganara sería quien se llevará el amor de la diosa occidental para siempre.

 

Las aguas de aquel riachuelo en la gran explanada bajaban rodeando toda la ladera, levantando un sonido musical al chocar contra las piedras que estaban apostadas a lado y lado del cauce.  Estos dos hombres empezaron a pelear fuera del agua pero caían de vez en cuando en ella, no empuñaban armas pues, sus brazos eran su mayor fuerza.  Lapislázuli y Aimi en menos de lo que alumbra el relámpago quedaron casi sin sus vestiduras.  El viento chocaba contra sus pechos y el sol calcinaba sus espaldas.  El cansancio se advertía en el rostro de aquellos guerreros.  A lo lejos Nenqueteba observaba aquel combate, en un silencio profundo hasta que rodaron a sus pies.  La naturaleza gimió: los árboles que se levantaban en el valle hicieron que sus hojas silbaran con la ayuda del viento.  De este modo terminaron en ese rodar al borde del riachuelo, cuando el sol estaba a un costado del cielo.  Como el fuego, Lapislázuli saltó sobre Nenqueteba, después de haber dejado a su contrincante brotando sangre de su boca.  Los relámpagos en el cielo no se hicieron esperar y salieron en la defensa de su dios. Una nube se atravesó en el firmamento y opaco el lugar.  El guerrero se lanzó con todo el cuerpo sobre el sabio queriendo terminar de una vez el combate, pero Nenqueteba se apartó en el mismo momento en que este le caía encima.  El dios se envolvió en remolinos polvareda.  Fue este instante que Lapislázuli aprovecho para sacar de su alforja la serpiente y la envió directamente al remolino.  Este freno de inmediato. Nenqueteba apretaba la cabeza de la serpiente arrojándola con furia al riachuelo creando así lo que hasta ahora conocemos como el rio cauca.

 

Lapislázuli se ubicó mejor en el campo de pelea y lo esperó ansioso de vencerlo.  El dios del reino del norte apareció a su izquierda mojado y animado por haber eliminado aquella sierpe.  En su rostro brillaban las gotas de agua.  Se engancharon de nuevo en la pelea.  Nenqueteba partió con un rayo de fuego, que surgió de su boca, la espada de su contrincante.  Esta reboto contra una piedra y su astilla con la velocidad de una centella, se deslizó como flecha y, se incrustó en su corazón.

 

Nenqueteba, sacó de la alforja los tres cabellos de la diosa Guitaca antes de partir en peregrinación hacía los terrenos de occidente donde esperaba entregar al dios  Chaquen su cometido.

 

En la mañana entro Nenqueteba a las suaves y tibias aguas de la laguna occidental recubierto de un brillo dorado y con todos los ornamentos especiales traídos desde su palacio de cristal.  Al final del inmenso lago estaba la cueva donde se encontraba internada la bella diosa sobre la fría losa de piedra.  En su entrada los cinco minotauros esperaban impacientes por aquel intruso.  Este en vista de tamaño peligro se sumergió en las aguas y con el primer cabello forjó un laberinto donde hizo entrar tres de los cinco minotauros y con su espada los fue menguando uno a uno.  Llegó la noche.

 

Al llegar el alba Nenqueteba solo poseía entre su túnica un solo cabello de la diosa del sur.  Recobró sus fuerzas y entró a la cueva para rescatar a la diosa Chikachikikatoka quien yacía en la loza de la fatalidad.  Al acercarse y exponer aquel cabello, este se agregó de inmediato a su luenga cabellera y sus ojos se abrieron para volver a ver la luz del sol.

 

La hermosa criatura se incorporó y con algo de asombro observo a aquel dios, convertido ya en hombre, quien estaba a pocos metros del lugar donde tantos meses estuvo semi muerta.  Ella advirtió en sus ojos el amor y la pasión que por años estaba esperando su corazón.  Él, de inmediato, le explicó que debían de ingresar juntos al jardín de las orquídeas para recoger la más hermosa y delicada de las catleyas que la liberaría del hechizo del dios Chaquen.

 

Chikachikikatoka prendió la mano de Nenqueteba y una ráfaga de viento los transportó, inmediatamente,  al edén de las orquídeas.  En su interior, la diosa recorrió el jardín sola.  Nenqueteba esperaba a la entrada de tan esplendido lugar pero no lograba advertirla.  De repente y como el más hermoso rayo de sol apareció ella envuelta en una tela suave y transparente cubierta de catleyas.  Le dio a  Nenqueteba, un beso apasionado para luego despertar, en medio de una nube blanca, en los aposentos del palacio de cristal…

 

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