En el país de las mil lagunas, se levantan cuatro reinos. El primero,
al norte, el reino de las orquídeas; el segundo, al sur, el reino de los pantanos; el tercero,
al occidente, el reino de los velos y al oriente, el reino de las
fragancias. En cada territorio vive una
hermosa doncella con su guía espiritual venido de mundos lejanos. Para el norte, Nenqueteba, dios extranjero, sabio legislador y maestro
artesano, venerado como héroe civilizador y el más popular de todos; para el sur, Guitaca, mujer seductora y
advenediza que se transformaba en búho; para el occidente, Chaquen, dios
vigilante y guerrero, encargado del orden y de la paz y, en el oriente,
Cuchaviva, dios del arco iris.
En el sector de occidente, el dios Chaquen había confinado en una cueva
a la diosa Chikachikikatoka bajo la custodia de cinco grandes guerreros que de
día eran minotauros y de noche se transformaban en enormes escorpiones. Ella, a pesar de su tristeza y soledad, era
apasionada y le gustaban los desafíos.
Su belleza era conocida. En el oriente
los representantes de los colores del arco iris habían apostado para lograr
desposarla y liberarla de ese encierro prolongado. Ella desconocía esta apuesta. Sin embargo, Chikachikikatoka pudo enviar dos
de sus hadas, las cuales viajaron en forma de mariposa, a las tierras del norte
con un mensaje para el dios Nenqueteba.
Cuando Chaquen se dio cuenta de esta argucia, obligó a la diosa a beber
una pócima que la dejó totalmente yerta sobre la piedra de la fatalidad.
Mientras que esto ocurría, en el dominio del arco iris, Laza Ward,
representante del color lapislázuli y Aimi, representante del color rojo y que
significa "amor bello" habían llegado como vencedores de los miles
que habían competido para liberar a la bella diva. Ellos en el camino que cruza los terrenos
orientales con los del norte se enteraron de la visita que las hadas estaban
haciendo a Nenqueteba y decidieron emboscarlas en el camino de regreso. En aquel rapto se dieron por enterados de que
para poder rescatar a la doncella ellos tenían que entrar en el territorio de
Guitaca y sorprenderla cuando estuviera en su baño matutino en el lago del sol
y allí, antes de que se transformará nuevamente en búho, arrancarle tres
cabellos, los cuales presentarían a Nenqueteba en su palacio, llamado "el
Manantial" para recibir del dios sabio la espada para vencer a Chaquen y
arrancar de su jardín la catleya para Chikachikikatoka y así obtener su amor
para siempre. Se encaminaron hacia allí.
Los días se tornaron sombríos antes de entrar a los dominios de
Guitaca, sin embargo, aquella mañana, y utilizando el poder de pertenecer al
arco iris, lograron camuflarse en un rayo de sol. El extraño búho llegó solo hasta las diez,
horario poco habitual para sus costumbres.
Cuando sus garras tocaron el agua cristalina de la laguna comenzó su
transformación en una hermosa mujer. El
agua se transformó en leche para su baño.
Lapislázuli espero el momento para lograr su cometido
Los caballeros del reino oriental salieron bien librados de esa empresa
que habían planeado días antes. Tres
meses fue el tiempo que duro su recorrido para llegar donde el sabio legislador y maestro artesano. Sin
embargo, Lapislázuli durante la travesía había recogido a escondidas de Aimi,
una serpiente venenosa, en el lago advenedizo donde se transformó el búho en
mujer para atacar a Nenqueteba y así obtener luego su muerte y todos sus
poderes. Ella venía en su alforja y se alimentaba del canto de las lechuzas que
anidaban en los árboles, en las regiones pantanosas por donde transitaban.
En presencia del dios Nenqueteba se presentó algo inusual. Ellos, narraron todo lo que había ocurrido
con aquellas ninfas en el camino de vuelta y como ellas revelaron su
secreto. Nenqueteba inquieto profirió
unas palabras mágicas y de inmediato las hadas perdieron el poder de
transmutarse en mariposas. Desde ese
momento y hasta ahora nadie ha podido encontrar las palabras que el dios
popular del norte profirió y por eso las mariposas no se pueden trasformar en
hadas. A ellos les propuso un desafío
para poder entregar el encantamiento que requerían para traer del mundo onírico
a la bella Chikachikikatoka. Una pelea
entre ellos y quien ganara sería quien se llevará el amor de la diosa
occidental para siempre.
Las aguas de aquel riachuelo en la gran explanada bajaban rodeando toda
la ladera, levantando un sonido musical al chocar contra las piedras que
estaban apostadas a lado y lado del cauce.
Estos dos hombres empezaron a pelear fuera del agua pero caían de vez en
cuando en ella, no empuñaban armas pues, sus brazos eran su mayor fuerza. Lapislázuli y Aimi en menos de lo que alumbra
el relámpago quedaron casi sin sus vestiduras.
El viento chocaba contra sus pechos y el sol calcinaba sus espaldas. El cansancio se advertía en el rostro de
aquellos guerreros. A lo lejos Nenqueteba
observaba aquel combate, en un silencio profundo hasta que rodaron a sus pies. La naturaleza gimió: los árboles que se
levantaban en el valle hicieron que sus hojas silbaran con la ayuda del
viento. De este modo terminaron en ese
rodar al borde del riachuelo, cuando el sol estaba a un costado del cielo. Como el fuego, Lapislázuli saltó sobre
Nenqueteba, después de haber dejado a su contrincante brotando sangre de su
boca. Los relámpagos en el cielo no se
hicieron esperar y salieron en la defensa de su dios. Una nube se atravesó en
el firmamento y opaco el lugar. El
guerrero se lanzó con todo el cuerpo sobre el sabio queriendo terminar de una
vez el combate, pero Nenqueteba se apartó en el mismo momento en que este le
caía encima. El dios se envolvió en
remolinos polvareda. Fue este instante
que Lapislázuli aprovecho para sacar de su alforja la serpiente y la envió
directamente al remolino. Este freno de
inmediato. Nenqueteba apretaba la cabeza de la serpiente arrojándola con furia
al riachuelo creando así lo que hasta ahora conocemos como el rio cauca.
Lapislázuli se ubicó mejor en el campo de pelea y lo esperó ansioso de
vencerlo. El dios del reino del norte
apareció a su izquierda mojado y animado por haber eliminado aquella sierpe. En su rostro brillaban las gotas de
agua. Se engancharon de nuevo en la
pelea. Nenqueteba partió con un rayo de
fuego, que surgió de su boca, la espada de su contrincante. Esta reboto contra una piedra y su astilla
con la velocidad de una centella, se deslizó como flecha y, se incrustó en su
corazón.
Nenqueteba, sacó de la alforja los tres cabellos de la diosa Guitaca antes
de partir en peregrinación hacía los terrenos de occidente donde esperaba
entregar al dios Chaquen su cometido.
En la mañana entro Nenqueteba a las suaves y tibias aguas de la laguna
occidental recubierto de un brillo dorado y con todos los ornamentos especiales
traídos desde su palacio de cristal. Al
final del inmenso lago estaba la cueva donde se encontraba internada la bella
diosa sobre la fría losa de piedra. En
su entrada los cinco minotauros esperaban impacientes por aquel intruso. Este en vista de tamaño peligro se sumergió
en las aguas y con el primer cabello forjó un laberinto donde hizo entrar tres
de los cinco minotauros y con su espada los fue menguando uno a uno. Llegó la noche.
Al llegar el alba Nenqueteba solo poseía entre su túnica un solo
cabello de la diosa del sur. Recobró sus
fuerzas y entró a la cueva para rescatar a la diosa Chikachikikatoka quien
yacía en la loza de la fatalidad. Al
acercarse y exponer aquel cabello, este se agregó de inmediato a su luenga
cabellera y sus ojos se abrieron para volver a ver la luz del sol.
La hermosa criatura se incorporó y con algo de asombro observo a aquel
dios, convertido ya en hombre, quien estaba a pocos metros del lugar donde
tantos meses estuvo semi muerta. Ella
advirtió en sus ojos el amor y la pasión que por años estaba esperando su
corazón. Él, de inmediato, le explicó
que debían de ingresar juntos al jardín de las orquídeas para recoger la más
hermosa y delicada de las catleyas que la liberaría del hechizo del dios
Chaquen.
Chikachikikatoka prendió la mano de Nenqueteba y una ráfaga de viento
los transportó, inmediatamente, al edén
de las orquídeas. En su interior, la
diosa recorrió el jardín sola.
Nenqueteba esperaba a la entrada de tan esplendido lugar pero no lograba
advertirla. De repente y como el más
hermoso rayo de sol apareció ella envuelta en una tela suave y transparente
cubierta de catleyas. Le dio a Nenqueteba, un beso apasionado para luego
despertar, en medio de una nube blanca, en los aposentos del palacio de
cristal…
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