Apareces, en las alturas, como un
ángel.
Inundas mi baldía estancia en tu
candor.
Huyen despavoridas mis
flageladoras torturas.
Se abre la fértil tierra de mi
corazón… ¡germina una flor!
Música suena en la noche oscura.
Nos envuelve la claridad de la
pasión, y en un himno el amor.
La piel hace notar el deseo en la
criatura,
y la madrugada hace sonar la
flauta del desenfreno y el candor.
Ven ahora a mis brazos, soy
triste peregrino.
¡Alegra mi vida al volverte solo
mía!
Déjame disfrutar en tu compañía,
el resto del camino.
¡Sé mi esperanza, mi alegría, mi sostén
y mi guía!
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