¡Oh! ya de orgullo estoy cansado,
siento que debo de dejar gritar
tan solo a la razón.
Lo comprendí, ya no hay nadie a
mi lado
y está en silencio la voz del
corazón.
Ya no he de hablar de aquellas
grandes cosas,
todos los sueños, creo han de
callar,
siento mis actos como espinas
odiosas,
que sin remedio ya no dejan
hablar.
Tampoco sé sí la serenidad está
conmigo.
Quiero saber, la intranquilidad, ¿de
dónde se formó?
El amor propio dejó de ser mi
amigo
y mi cerebro no sabe a quién amó.
¿A quién se engaña? preguntan las
horas ya pasadas.
La sinrazón; lo sé o no lo sé,
entre memorias recorre extasiada.
No sé si vivo, ¿será que ya pase?
Si esto es el hombre
nadie jamás será feliz;
el desespero ya no posee nombre
y cuán gusano me siento un
infeliz.
¿A quién se engaña? si estoy en
gran desgracia.
Lo construido cae, mengua el gran
poder
y sin entorno, la casa ya vacía,
mi cuerpo inerte no es digno de
mujer.
¡Oh ser supremo! ¡ya no me dejes
triste,
y sin demora, devuélveme mi pobre
humanidad,
recuerda siempre que fuiste quien
preferiste
que de la ciencia surgiera el
hombre, más no la vanidad!
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