lunes, 13 de diciembre de 2021

LAMENTO (Poema)

 

¡Qué triste está la noche!

Pienso en tu frío y cruel desprecio,

que hiela, estremece y condena.

 

¡Qué triste está la noche!

Pienso en tu sombría y horrible carcajada,

que palidece, enmudece y aturde.

 

¡Qué triste está la noche!

Pienso en tu alegre y fugaz existir,

que hiere, desangra y asesina!

 

LA FLOR (Poema)

 

Apareces, en las alturas, como un ángel.

Inundas mi baldía estancia en tu candor.

Huyen despavoridas mis flageladoras torturas.

Se abre la fértil tierra de mi corazón… ¡germina una flor!

 

Música suena en la noche oscura.

Nos envuelve la claridad de la pasión, y en un himno el amor.

La piel hace notar el deseo en la criatura,

y la madrugada hace sonar la flauta del desenfreno y el candor.

 

Ven ahora a mis brazos, soy triste peregrino.

¡Alegra mi vida al volverte solo mía!

Déjame disfrutar en tu compañía, el resto del camino.

¡Sé mi esperanza, mi alegría, mi sostén y mi guía!

LA FLOR EN LA DISTANCIA (Poema)

 

Ahora te observo desde la ventana;

Aquí en mi mente acaricio tu cabellera

pensativamente te cuestiona la incertidumbre del mañana.

¡Suspiro sintiendo la daga atravesar mi corazón de caballero!

 

Quise luego sentarme a tu lado bajo la luna clara,

tal vez no me sientas pero acaricio tu piel de primavera.

Te paralizas, te exaltas, suspiras con calma;

¡Espero que mi clamor no se vuelva quimera!

 

Viaja mi alma a través de la ventana

Pienso en silencio en tus ojos expresivos;

sos  chiquilla, pensamiento en nirvana,

te ilusionas, me quieres, me deseas.

¡Susurro en tu oído mientras te observo, te beso, te vivo!

 

Se corre el velo tras la ventana.

Él piensa silenciosamente en el mañana.

Camina en silencio, aprieta su mano en el bolsillo, espera.
Imagen pura, ojos expresivos, tú diáfana.

Nudo en la garganta, puesto que no tiene este privilegio

de observarte toda desde la ventana…

PRIMERA COSECHA (Poema)

 

¡Para que albergar en el alma un deseo!

Son fugaces, escasos, lejanos, efímeros…

Llegan, te embriagan.  Es lo primero.

Luego, caes en sus encantos como en brazos, Morfeo.

 

Entregas tu sangre, tu vida, tu espacio, tu tiempo.

El cansancio es el elixir; ya no existe el pensamiento.

Años locos juveniles, cabalgando en los deseos

para luego, entre tristezas, suspirar sobre silencios.

 

¡Para que albergar en el alma un deseo!

Son fugaces, escasos, lejanos, efímeros…

Creemos tanto en ellos que diversa forma damos:

Melodía, mujer, hogar, poder, eternidad…

 

Solo engaños, pues, las ilusiones son simplemente ilusiones

aunque crecen y aún florecen, en la vejez no dan su fruto.

Cuerpos inertes reclaman el esfuerzo absoluto

lo que sembraron al existir las pasiones.

 

¡Para que albergar en el alma un deseo!

Son fugaces, escasos, lejanos, efímeros…

Ya sabemos que el doblez de nuestros huesos sentencio.

Que una lágrima nos abraza en el silencio.

Llega entonces, la penumbra a nuestros ojos.

Parca muerte nos vigila entre abrojos.

¡Cosechamos fríamente los deseos entre polvos y vientos

pues, en realidad son fugases pensamientos!

 

 

HEJAD

 

Hacer el amor contigo es volver al paraíso.

Al principio todo era caos, silencio y oscuridad.

De pronto, abro mis ojos y los tuyos iluminan todo,

dándole claridad al tiempo y al espacio.

¡Así has creado mi mundo!

 

Brotó, entonces, de tus labios, la miel que

envuelve y encanta, cuando son besados.

Ellos transmiten el fuego que calcina poco a poco mi existir.

Su calor hace que los míos caigan vencidos, se derritan, se extingan.

¡Así has conquistado mi ser!

 

Mis manos se deleitan con tu hermosa cabellera,

su suavidad recuerda el jardín del edén.

La respiración desaparece, cuando en un penetrante abrazo,

su olor a rosas, claveles, girasoles y jazmines

convierten su cuerpo en el fruto más exquisito

para saborear y recorrer.

¡Así has atrapado mis sentidos!

 

En medio de aquel jardín se han posado dos hermosas colinas.

Son tus cálidos senos,

finos como la resina, frescos como el manantial

y duros como la piedra de ónice.

Al acariciarlos recuerda mi mente

el suave vuelo de las mariposas en la eterna primavera.

¡Así has desnudado mi pensamiento!

 

Tus manos suaves, tiernas y blancas,

comparables, solamente, con las acariciables

pieles del venado y la liebre.

Con ellas me abrasas a tu cuerpo,

robando el suspiro y el aliento que sale de mi boca

cuando siento tu sudor correr por mi piel.

¡Así has fundido mi espíritu!

 

Tus caderas hacen pensar que no fue inútil

que el creador nos robara una costilla para crearlas.

Son fuego, son movimiento, son pasión…

De tu vientre brotan, a torrentes, cascadas de locura, amor y frenesí.

 

En él, tu vientre, se funde mi cuerpo y nos volvemos uno solo.

¡Así has rasgado mí ser, penetrando el amor en mí!

 

Tus pies astutos y salvajes como la serpiente del paraíso.

Ellos son la base para construir cualquier sueño;

su textura, cuando se observan,

aceleran el fluido de la sangre y paralizan mi corazón.

Son el principio y el fin del deleite

del fruto prohibido depositado en la mujer.

¡Así has eclipsado el latir de mí corazón!

 

Tu silueta, a quien envidia la más hermosa palmera,

provoca tocarla y tenerla por toda la eternidad.

Es en ella donde recuerdo la belleza que cautivó a Adán.

Sus curvas inducen a pecar sin cesar en el mar del deleite,

la caricia y la emoción.

¡Así has endulzado a mi razón!

 

Por último, tú perfume.

El más suave café o el  aroma del manzano prohibido

quedaron marchitos ante tus esencias.

A él, le has unido tus suspiros y susurros

que hacen que mis músculos y huesos se rindan ante ti.

¡Así haces parte, completamente, de mí ser!

 

ROJO SANGRE TORO (Poema)

 

Quién en su corazón no ha vibrado

cuando el azul y rojo salta al gramado.

Todo nuestro ser vibra, se estremece, se levanta

y no sé si son mis labios o el alma que canta.

 

Tu historia ha sido grande y silenciosa

pero cargada de emociones y jornadas amorosas.

Para tu seguidor no importan los campeonatos

sucios, llorosos e indiscretos,

pues a cada jornada, en cualquier momento,

a través del tiempo, se conocen los oscuros secretos.

 

Cuantas tardes vuestro gol ha arrancado el llanto,

que con ilusión desde la barriada añoramos tanto,

y sin importar todos los minutos en la oscuridad,

pasan solo instantes y esa gran jugada da felicidad.

 

Fueron muchos años de amor afligido,

saltos de león…de león herido.

La voz de aquel fans triste ya sonaba,

canticos y ruegos al cielo elevaba.

 

Pero Dios potente, y en sus brazos tiernos,

recogió a los chicos, los volvió eternos.

El júbilo canta, nuestra voz resuena,

y aquel lindo escudo de estrellas se llena.

 

Doy gracias a él que a nuestra impotencia,

que ya no la vemos,

hizo realidad lo que los humanos,

casi no podemos.

 

Se escribe otra historia, esas grandes notas

en el 2002 aquellas cadenas yacen, pero rotas.

¡Medellín es la sangre que corre por mis venas!

A MI MADRE (Poema)

 

Quiero confinarte en mi escritura

aunque madre ya hayas muerto,

digo esto sometido a la amargura

 con el corazón completamente yerto.

 

Fuiste tú quien me brindo esta vida,

cultivaste en mí la paciencia, el amor y la dulzura.

En tu interior fuiste derrotada; más no vencida;

mostrando siempre fortaleza

como la más grande y fuerte armadura.

 

¡Eras tan hermosa como un lucero!

Tu cabellera lisa; tus ojos claros y profundos;

tu piel morena era como la brisa de enero y

tus manos, en un abrazo, unían todos los mundos.

 

Aquí tus hijos recordamos, paso a paso,

la manera como labraste nuestro porvenir;

y a pesar de que la vida no nos mostró tu ocaso

esperamos que con este sacrificio te veamos algún día venir.

 

Observo tu fotografía, y espero que nuestros cuerpos moren

bajo una misma lápida los dos.

Aunque con fortuna mi muerte tus ojos no lloren,

tras la amargura de si habértelos cerrado yo.

 

A QUIEN SE ENGAÑA (Poema)

 

¡Oh! ya de orgullo estoy cansado,

siento que debo de dejar gritar tan solo a la razón.

Lo comprendí, ya no hay nadie a mi lado

y está en silencio la voz del corazón.

 

Ya no he de hablar de aquellas grandes cosas,

todos los sueños, creo han de callar,

siento mis actos como espinas odiosas,

que sin remedio ya no dejan hablar.

 

Tampoco sé sí la serenidad está conmigo.

Quiero saber, la intranquilidad, ¿de dónde se formó?

El amor propio dejó de ser mi amigo

y mi cerebro no sabe a quién amó.

 

¿A quién se engaña? preguntan las horas ya pasadas.

La sinrazón; lo sé o no lo sé,

entre memorias recorre extasiada.

No sé si vivo, ¿será que ya pase?

 

Si esto es el hombre

nadie jamás será feliz;

el desespero ya no posee nombre

y cuán gusano me siento un infeliz.

 

¿A quién se engaña? si estoy en gran desgracia.

Lo construido cae, mengua el gran poder

y sin entorno, la casa ya vacía,

mi cuerpo inerte no es digno de mujer.

 

¡Oh ser supremo! ¡ya no me dejes triste,

y sin demora, devuélveme mi pobre humanidad,

recuerda siempre que fuiste quien preferiste

que de la ciencia surgiera el hombre, más no la vanidad!

SENTIMIENTO (Poema)

 

Solo hasta ayer me encontraba yerto,

la incertidumbre y el caos eran mi prisión;

todo a mí alrededor parecía muerto,

mi pobre alma deambulaba sin visión.

 

Más el tiempo en su existir quimérico

cuán fugaz rayo así lo presagió:

ese destello se encarnó en lo físico

y en ser tan bello, hacia mí se dirigió.

 

Nunca pensé que volviera esta realidad

pues, la ilusión se había marchado ya;

más sin pensar, aquella terrible sequedad

con tu rocío fue limpiada ya.

 

Es madrugada, siento la soledad;

pienso en tu rostro claro y angelical

quizá el mañana tenga de mi piedad

y junto a mí te pueda estrechar.

 

Más queda una duda que abrasa mi corazón,

¿Será que ella, allá en la distancia

tiene en su mente sembrada está pasión,

o solo es fuego que calcina el pensamiento

en su estancia? ¡Qué desesperación¡

 

LACARETA DEL PAYASO (Poema)

 

Para nacer al complejo mundo

sólo es necesario haber buscado

la careta en lo profundo.

 

Para el primer entendimiento,

la primera caricia, la primera succión,

solo hace falta descubrir la careta

y así, dar inicio a la misión.

 

Transcurren los días, los meses, los años y,

la careta se va impregnando

con nuestros momentos de infancia;

y sin darnos cuenta,

la careta del arlequín va funcionando.

 

¿Quién no ha sentido que su etapa de transición,

fue guiada por su vestimenta de payaso de función?

¿O será mentira pensar que tiene marcada a la juventud

la rúbrica de la máscara que trae el éxtasis y la plenitud?

 

Florece así la madurez del ser humanado

cómo se sienten las luces en la gran retreta;

todo nos cobija, todo nos agudiza,

todo… en profundidad se analiza.

 

¡Para entender la soledad, aparece la careta!

¡Para visitar  la alegría, empacamos la careta!

¡Para recibir la tristeza, preparamos la careta!

¡Para respaldar nuestro llanto, revestimos la careta!

¡Para albergar la pasión, desnudamos la careta!

¡Para bañarnos de tranquilidad, olvidamos la careta!

¡Para comprender la humanidad, el payaso y su careta

recorren al mundo sin parar!

 

Y ¿Qué decir de la vejez?

La careta y su payaso aparecen de vez en vez.

Se acaba la vida, se mengua la fuerza;

toca a nuestra puerta la parca muerte y,

en el profundo silencio, ruge en el parnaso,

¡La estúpida y cruel, careta del payaso!

 

ADHESIÓN (Poema)

 

Cuando nos abriga la desidia,

en medio de las más leves pesadumbres,

va apareciendo el apego, silenciosamente, a cada minuto

en nuestra vida, sedimentándose en lo más profundo

como una más de las costumbres.

 

La noche es condescendiente a su osadía.

El frio, el miedo, el llanto, son su lumbre.

Las horas pasan; el alma padece en su abadía,

el corazón se rinde, el ensueño baja de su cumbre.

 

Los labios hablan de la quimera que mordían,

los ojos gimen; lloran con hambre;

el hambre roe,  invadía el odio entre la piel;

y en aquel momento de apostasía, nuestro ser ya sentía la verdadera pesadumbre.

 

De pronto, tocas a la puerta, en la abadí,

Abro, te observo.  El caos permite que me asombre.

Avasallas mi interior, lunática soledad,

cuando la aurora nos presenta el día;

¡Despierta,  entonces, toda mi lucidez,

para comprender la soledad de un hombre!

 

DE MADRUGADA (Poema)


 

 

Te has convertido en mi poema, en mi canción, en mi silencio, en mi mirada…

 

Llegas a mí cuando el alma cansada:

¡Grita, llora, gime!

Fue abandonada, fue golpeada, fue quebrantada.

Sin embargo, tú la agitas, la enamoras, la redimes…

Y para su bien,

Te has convertido en mi poema, en mi canción, en mi silencio, en mi mirada…

 

Eres como claro de luna en la gran explanada:

¡Hermosa, diáfana, sublime!

Tú piel rosada, llega a mi memoria, perfumada;

¡Gozo!, pues; tu fragancia es el néctar que llega y llama a la puerta del recuerdo y lo redime…

No es de dudarlo,

Te has convertido en mi poema, en mi canción, en mi silencio, en mi mirada…

 

Sí, en mi silencio; el cual en este instante está llegando a mi existencia en desbandada.

¡Tiemblo, sufro y puedo hasta reírme!

Risa loca, desaforada, lúgubre…

que hace del miedo mi piel atormentada.

Razono, ya que,

Te has convertido en mi poema, en mi canción, en mi silencio, en mi mirada…

 

¡Estáis en mí!, proclama mi boca apasionada,

cierro mis ojos y mi corazón duerme.

Tú, oasis, en este desierto donde mis pasiones están resquebrajadas.

¿Qué sería de mi existencia, entonces?

Si en esta vida de tinieblas,

No te hubieras convertido en mi poema, en mi canción, en mi silencio, en mi mirada...

  

LA FLOR DE LA CATLEYA (Cuento)

 

En el país de las mil lagunas, se levantan cuatro reinos.  El primero,  al norte, el reino de las orquídeas; el segundo,  al sur, el reino de los pantanos; el tercero, al occidente, el reino de los velos y al oriente, el reino de las fragancias.  En cada territorio vive una hermosa doncella con su guía espiritual venido de mundos lejanos.  Para el norte, Nenqueteba,  dios extranjero, sabio legislador y maestro artesano, venerado como héroe civilizador y el más popular de todos;  para el sur, Guitaca, mujer seductora y advenediza que se transformaba en búho; para el occidente, Chaquen, dios vigilante y guerrero, encargado del orden y de la paz y, en el oriente, Cuchaviva, dios del arco iris.

 

En el sector de occidente, el dios Chaquen había confinado en una cueva a la diosa Chikachikikatoka bajo la custodia de cinco grandes guerreros que de día eran minotauros y de noche se transformaban en enormes escorpiones.  Ella, a pesar de su tristeza y soledad, era apasionada y le gustaban los desafíos.  Su belleza era conocida.  En el oriente los representantes de los colores del arco iris habían apostado para lograr desposarla y liberarla de ese encierro prolongado.  Ella desconocía esta apuesta.  Sin embargo, Chikachikikatoka pudo enviar dos de sus hadas, las cuales viajaron en forma de mariposa, a las tierras del norte con un mensaje para el dios Nenqueteba.  Cuando Chaquen se dio cuenta de esta argucia, obligó a la diosa a beber una pócima que la dejó totalmente yerta sobre la piedra de la fatalidad.

 

Mientras que esto ocurría, en el dominio del arco iris, Laza Ward, representante del color lapislázuli y Aimi, representante del color rojo y que significa "amor bello" habían llegado como vencedores de los miles que habían competido para liberar a la bella diva.  Ellos en el camino que cruza los terrenos orientales con los del norte se enteraron de la visita que las hadas estaban haciendo a Nenqueteba y decidieron emboscarlas en el camino de regreso.  En aquel rapto se dieron por enterados de que para poder rescatar a la doncella ellos tenían que entrar en el territorio de Guitaca y sorprenderla cuando estuviera en su baño matutino en el lago del sol y allí, antes de que se transformará nuevamente en búho, arrancarle tres cabellos, los cuales presentarían a Nenqueteba en su palacio, llamado "el Manantial" para recibir del dios sabio la espada para vencer a Chaquen y arrancar de su jardín la catleya para Chikachikikatoka y así obtener su amor para siempre. Se encaminaron hacia allí.

 

Los días se tornaron sombríos antes de entrar a los dominios de Guitaca, sin embargo, aquella mañana, y utilizando el poder de pertenecer al arco iris, lograron camuflarse en un rayo de sol.  El extraño búho llegó solo hasta las diez, horario poco habitual para sus costumbres.  Cuando sus garras tocaron el agua cristalina de la laguna comenzó su transformación en una hermosa mujer.  El agua se transformó en leche para su baño.  Lapislázuli espero el momento para lograr su cometido

Los caballeros del reino oriental salieron bien librados de esa empresa que habían planeado días antes.  Tres meses fue el tiempo que duro su recorrido para llegar donde  el sabio legislador y maestro artesano. Sin embargo, Lapislázuli durante la travesía había recogido a escondidas de Aimi, una serpiente venenosa, en el lago advenedizo donde se transformó el búho en mujer para atacar a Nenqueteba y así obtener luego su muerte y todos sus poderes. Ella venía en su alforja y se alimentaba del canto de las lechuzas que anidaban en los árboles, en las regiones pantanosas por donde transitaban.

 

En presencia del dios Nenqueteba se presentó algo inusual.  Ellos, narraron todo lo que había ocurrido con aquellas ninfas en el camino de vuelta y como ellas revelaron su secreto.  Nenqueteba inquieto profirió unas palabras mágicas y de inmediato las hadas perdieron el poder de transmutarse en mariposas.  Desde ese momento y hasta ahora nadie ha podido encontrar las palabras que el dios popular del norte profirió y por eso las mariposas no se pueden trasformar en hadas.  A ellos les propuso un desafío para poder entregar el encantamiento que requerían para traer del mundo onírico a la bella Chikachikikatoka.  Una pelea entre ellos y quien ganara sería quien se llevará el amor de la diosa occidental para siempre.

 

Las aguas de aquel riachuelo en la gran explanada bajaban rodeando toda la ladera, levantando un sonido musical al chocar contra las piedras que estaban apostadas a lado y lado del cauce.  Estos dos hombres empezaron a pelear fuera del agua pero caían de vez en cuando en ella, no empuñaban armas pues, sus brazos eran su mayor fuerza.  Lapislázuli y Aimi en menos de lo que alumbra el relámpago quedaron casi sin sus vestiduras.  El viento chocaba contra sus pechos y el sol calcinaba sus espaldas.  El cansancio se advertía en el rostro de aquellos guerreros.  A lo lejos Nenqueteba observaba aquel combate, en un silencio profundo hasta que rodaron a sus pies.  La naturaleza gimió: los árboles que se levantaban en el valle hicieron que sus hojas silbaran con la ayuda del viento.  De este modo terminaron en ese rodar al borde del riachuelo, cuando el sol estaba a un costado del cielo.  Como el fuego, Lapislázuli saltó sobre Nenqueteba, después de haber dejado a su contrincante brotando sangre de su boca.  Los relámpagos en el cielo no se hicieron esperar y salieron en la defensa de su dios. Una nube se atravesó en el firmamento y opaco el lugar.  El guerrero se lanzó con todo el cuerpo sobre el sabio queriendo terminar de una vez el combate, pero Nenqueteba se apartó en el mismo momento en que este le caía encima.  El dios se envolvió en remolinos polvareda.  Fue este instante que Lapislázuli aprovecho para sacar de su alforja la serpiente y la envió directamente al remolino.  Este freno de inmediato. Nenqueteba apretaba la cabeza de la serpiente arrojándola con furia al riachuelo creando así lo que hasta ahora conocemos como el rio cauca.

 

Lapislázuli se ubicó mejor en el campo de pelea y lo esperó ansioso de vencerlo.  El dios del reino del norte apareció a su izquierda mojado y animado por haber eliminado aquella sierpe.  En su rostro brillaban las gotas de agua.  Se engancharon de nuevo en la pelea.  Nenqueteba partió con un rayo de fuego, que surgió de su boca, la espada de su contrincante.  Esta reboto contra una piedra y su astilla con la velocidad de una centella, se deslizó como flecha y, se incrustó en su corazón.

 

Nenqueteba, sacó de la alforja los tres cabellos de la diosa Guitaca antes de partir en peregrinación hacía los terrenos de occidente donde esperaba entregar al dios  Chaquen su cometido.

 

En la mañana entro Nenqueteba a las suaves y tibias aguas de la laguna occidental recubierto de un brillo dorado y con todos los ornamentos especiales traídos desde su palacio de cristal.  Al final del inmenso lago estaba la cueva donde se encontraba internada la bella diosa sobre la fría losa de piedra.  En su entrada los cinco minotauros esperaban impacientes por aquel intruso.  Este en vista de tamaño peligro se sumergió en las aguas y con el primer cabello forjó un laberinto donde hizo entrar tres de los cinco minotauros y con su espada los fue menguando uno a uno.  Llegó la noche.

 

Al llegar el alba Nenqueteba solo poseía entre su túnica un solo cabello de la diosa del sur.  Recobró sus fuerzas y entró a la cueva para rescatar a la diosa Chikachikikatoka quien yacía en la loza de la fatalidad.  Al acercarse y exponer aquel cabello, este se agregó de inmediato a su luenga cabellera y sus ojos se abrieron para volver a ver la luz del sol.

 

La hermosa criatura se incorporó y con algo de asombro observo a aquel dios, convertido ya en hombre, quien estaba a pocos metros del lugar donde tantos meses estuvo semi muerta.  Ella advirtió en sus ojos el amor y la pasión que por años estaba esperando su corazón.  Él, de inmediato, le explicó que debían de ingresar juntos al jardín de las orquídeas para recoger la más hermosa y delicada de las catleyas que la liberaría del hechizo del dios Chaquen.

 

Chikachikikatoka prendió la mano de Nenqueteba y una ráfaga de viento los transportó, inmediatamente,  al edén de las orquídeas.  En su interior, la diosa recorrió el jardín sola.  Nenqueteba esperaba a la entrada de tan esplendido lugar pero no lograba advertirla.  De repente y como el más hermoso rayo de sol apareció ella envuelta en una tela suave y transparente cubierta de catleyas.  Le dio a  Nenqueteba, un beso apasionado para luego despertar, en medio de una nube blanca, en los aposentos del palacio de cristal…

 

EL LABERINTO DE SOMBRAS (Cuento)

 

La mañana se presentó fresca desde muy temprano.  Mientras amarraba sus agujetas trataba de aclarar el caos que atormentaba su cabeza desde la madrugada.  El silencio de la estancia en vez de ayudarle, lo confundía.  El viento se arremolinaba con fuerza, silbando entre las hojas de los árboles, para venir a chocar con gran ímpetu en el tejar de aquella casona.  Su progenitora lo observa con tristeza, desde la entrada de aquel cuarto pintado hace años con el blanco pálido que tanto le gustaba a él.  Sus ojos se encontraron, fríamente, un par de veces, antes de que su maletín colgara de su hombro izquierdo.  Ella, solitaria desde hace años, lloro cuando él cerró la puerta que jamás volvería a cruzar con la juventud que iluminaba sus cabellos crespos y sus labios frescos.  En aquel llanto se mezcló la sensación de la ausencia que comenzaba con la soledad existente que le permitió mantener en pie aquel caserón que olía a jazmín de noche en las tardes cuando se cocía la tristeza en la vieja máquina de pedal que servía para remendar los recuerdos en los calzones rotos que  habían dejado las vacaciones de verano.  La puerta principal, se cerró para siempre.

 

Ya en el cuarto de hotel, sintió la ducha muy caliente comparada con la temperatura que presentaba la ciudad.  El reloj marcaba las diez de la mañana cuando Valentín sintió lo suave y fresco de la tela de su camisa y la fragancia de su perfume hizo que el cuarto adquiriera una frescura de campo, lo cual hizo olvidar la preocupación que no lo dejaba dormir hace tres días cuando recibió su pasaporte. Para él todo era nuevo en esta aventura a la cual se vio abocado por no haber conocido a su padre.

 

De repente, y mientras botonaba su camisa blanca, lo sorprendió el sonido del teléfono que se encontraba en la mesita de noche junto a la lámpara que destellaba una luz azul pálida.  Le estaban confirmando el viaje desde la aerolínea.

 

Camino al aeropuerto, ensimismado, observaba el transcurrir de las vidas de miles de transeúntes que pasaban a través del espejo del taxi amarillo encendido que lo transportaba a toda prisa.  Pensaba en el encuentro con Soledad, la mujer que había conocido y que lo tenía envuelto en esta locura.

 

Después de una fila de más de veinte minutos estuvo al frente de la puerta de aquel Boeing 747, volteó su mirada y sin tener un punto fijo observó lo que quedaba atrás con honda amargura y con el deseo de algún día regresar.  Caminó a prisa y se acomodó en el asiento asignado.  Al cuarto de hora, observó cómo se cerraba la segunda puerta del avión.  Puerta que se cerró para siempre, ya que el retorno no estaba escrito en su destino…

 

En otro lugar del universo, aquel ser de cuello alargado, cabeza ovalada y oblonga, con piel de sphynx corrugada desde su lomo parecida a una espina dorsal con un especie de triangulo en su frente cuyo ojos, sin brillo,  se estiran hacia atrás a pesar de ser grandes a lado y lado de una pequeñísima nariz y una boca de bebe jugaba con sus pequeños seres, los cuales guarda en unas abalorios de cristal y depositaba en un enorme laberinto de material extraño.

 

Aquel laberinto donde cayó después de tres horas de vuelo el  Boeing 747, era oscuro y grisáceo, más sus formas  y su longitud, eran parecidas al Longleat Hedge Maze de Inglaterra.  El sitio donde se encontró totalmente solitario Valentín era tan extraño, después de haber recobrado el sentido que, nada era parecido a lo que su memoria guardaba del mundo y de los seres que hasta ahora habían estado en su vida.  Se puso de pie y con gran dificultad, al inicio, comenzó a caminar…

LA CARRETERA MISTERIOSA (Cuento)

  Frank y Roberto se encontraron en aquella tarde en la zona de estacionamiento de los coches del edificio “Horizonte”, ubicado al costado occidental de la ciudad.  Tenían programado un viaje a la provincia de siloe para pasar allí otro fin de semana alocado como lo solían hacer desde hace cinco años.  Motores, música, chicas y sexo era su lema para librarse del estrés que les producía el trabajo en la fábrica de ensamble donde laboraban para sostenerse la carrera de Arquitectura que juntos habían iniciado aquel 3 de febrero, cuatro años atrás.

 

Frank era un tipo delgado, caucásico y metódico.  Su cabellera ondulada de color negro encajaba a la perfección con su barbilla estilo borinqueña.  Sus ojos negros y sus labios rojos eran cautivantes. Roberto era su opuesto.  De estatura mediana, nariz aguileña y un bigote diseñado sobre el labio superior no le permitían conquistar fácilmente a las jóvenes que se cruzaban en su camino.  Sin embargo, su fuerte era la palabra; conversador de tiempo completo, entretenía a quien se le uniera con sus historietas hasta hacerlo rendir a sus peticiones.  Además, a Frank le encantaba la música a Roberto le fascinaban los autos y las motocicletas.

 

Aquella tarde, el auto color gris plata comenzó a rugir por la avenida y se fue alejando para tomar la serpenteante carretera que los iba a conducir a la provincia de siloe.  La tarde en la gran ciudad estaba soleada pero a medida que se iban alejando el cielo se fue tornando oscuro por la cantidad de nubes que se apostaban encima del auto amenazando con un torrencial aguacero.  Sin embargo, la temperatura era distinta porque calentaba al punto de sentirse un gran sofoco.  En el auto iban aquellos dos jóvenes sin camisa, con las ventanillas del costado abiertas y entonando las letras de las canciones.  Mientras Frank conducía, Roberto fumaba y bebía pequeños tragos de licor.

 

Pasada media hora de viaje, como un rayo, pasó por el costado del auto una camioneta azul con vidrios oscuros que fue a parar, de repente  quince metros delante de ellos.  Frank le propuso a Roberto, seguir a la camioneta para retarle a una carrera.  Roberto, sin decir palabra, aprobó moviendo la cabeza y absorbiendo con deleite el cigarrillo que llevaba en su mano derecha.  La apuesta no se hizo esperar.  Quinientos dólares fue lo pactado.  Los carros empezaron a acelerar y las agujas de los tacómetros brincaban entre cien y ciento veinte kilómetros.  En medio de aquellas montañas era un acto suicida que desafiaba la zigzagueante carretera.

 

Siete kilómetros antes de llegar a su destino, de manera sorpresiva, empezaron a aparecer gran cantidad de animales apostados a lado y lado de la carretera poniendo en constante peligro a los pasajeros de estos dos automóviles.  El humo del cigarrillo, la cantidad de licor ingerido y el sofoco de la tarde hicieron que el aire dentro del auto de Frank se tornara bastante enrarecido.  En una de las curvas que se divisaba adelante paro, sorpresivamente, la camioneta azul de vidrios oscuros, haciendo que los neumáticos del auto gris plata frenaran con tal fuerza que se escuchó un atronador chillido debido a la velocidad con que venían.

 

De repente, se abrieron las puertas de la camioneta y comenzaron a salir seres demasiado raros; su semblante era de humanos con aspecto de animales que se comportaban extrañamente.  Caminaban y corrían con una potencia increíble y mataban cuanto ser estuviera en el camino.  Frank y Roberto salieron petrificados del auto para observar detalladamente lo que estaba sucediendo.  Pálidos y con los ojos a punto de salirse de su órbita volvieron a la realidad de un solo tajo y el jolgorio y el efecto del licor que habían ingerido desaparecieron inmediatamente.

 

Comenzaron a ver como aquellos seres le cercenaban el cuello a los animales terrestres y los espíritus que también estaban saliendo de la parte posterior de la camioneta los poseían.  Acto seguido, tomaban vida nuevamente pero convertidos en seres grotescos y peligrosos.  Al ver este espectáculo tan espantoso los dos, después de unos minutos, atinaron a mirarse sin decir una sola palabra y, por instinto  sus ojos reflejaron el terror que sentían, lanzándose a correr a toda velocidad, dejando atrás el auto.  Roberto cogió por el costado derecho saltando la cerca que separaba el pastizal de la carretera y, su amigo Frank, por el costado opuesto comenzó a treparse en una empinada colina que cuidaba el paisaje.  Cuál de los dos gritó más, sus gargantas querían reventar de espanto.  Esto alerto a los seres y a los animales que habían sido transformados, los cuales, inmediatamente, se pusieron en posición de persecución.  Aquellos dos jóvenes en medio de su veloz fuga alcanzaron a observar la persecución y aceleraron de tal modo que sus cuerpos sudaron a chorros y sus rostros se transformaron tanto que mostraban la calavera de la angustia y el terror.

 

Su esfuerzo no sirvió de nada, pues, fueron alcanzados y rodeados por aquellos seres que vociferaban y hacían brillar sus ojos de manera diferente.  Uno de ellos, con cabeza de toro pasó revista por los animales del entorno cercenándoles la cabeza hasta tal punto que a Roberto y a Frank también les fue cercenada sin darse cuenta.  Cuando recapacitaron ante al caos y el horror, se encontraron con la aterradora realidad de estar en otro mundo; el uno con cuerpo de jirafa y el otro con cuerpo de león….